martes, mayo 06, 2008

la bicicleta

Para todos aquellos que no han tenido la maravillosa e indescriptible dicha de conocerme he de hacer una breve confesión, mi vida es mas bien sedentaria y tomando a literalidad la frase de mi cardiofontanero de cabecera quien promulga que el ejercicio es Salud yo he decido ceder mi porción del mismo a los enfermos… considero cualquier actividad física que te obligue a sudar como un desperdicio inútil de las calorías que con tanto trabajo he acumulado durante los últimos años...

...Tal vez sea por eso que cuando mi anfitrión en la antesalilla del infierno, (su casa esta quince minutos antes de la población con tan premonitorio nombre) proclamo que no obstante los excesos en agravio propio perpetrados por la banda de truhanes en el costeñisimo “Frogs” la noche anterior el saldría a correr temprano y yo comenté que me uniría a tan salutífera costumbre todos voltearon a verme con sobresalto… “¿y si tu te llevas la bicileta?” dijo el malvado Charles y yo pensé que lo decía por ayudarme.

En principio la idea no sonaba tan mal, es cierto que por razones meramente políticas y de solidaridad partidaria tengo autovetado el uso de tan popular método de locomoción, pero no menos cierto es que la última vez que por gusto me trepe a tan temible artefacto fue cuando en aras de la autosuperación mi queridísimo y siempre recordado chofer “Manuelito” le quitó las rueditas de apoyo a mi Bimex convirtiendola en mortal proyectil que cada vez que alcanzaba la parte final de cierta indescriptible pendiente adoptaba una terrible posición paralela al pavimento que ponía de manifiesto el altísimo factor de fricción que se generaba entre mi piel y la rugosísima carpeta asfáltica, hulega decir que estos empíricos experimentos fueron la catapulta de mi ortopedista a la lista de Expansión sobre los hombres mas ricos de México y la salvación económica de los laboratorios “Elly” a quien mi abnegada madre compraba por tambo un líquido de hedor putrido, color altamente sospechoso y que ardía como manotazo en la espalda después de una semana en Acapulco y cuyo nombre todavía provoca que me retuerza como tlaconete en sal: el merthiolate.

Una vez que comprobé que tenía preparada mi “cangurera” con todo lo que yo consideraba necesario para tan peligrosa aventura, que decidí que era mejor prescindir de la mitad de lo ya empacado con tal de que dicha mochilita se mantuviera por debajo de los quince kilos y que escogí la bicicleta que me pareció mas mansita entre las que había disponibles tuve que regresar a buscar la bomba de aire para ponerle aire a las llantitas (de la bicicleta), “me voy adelantando y me alcanzas en el camino, llegando a Ixtapa buscamos donde desayunar…” me dijo el perfido Roberto. Yo inocente le creí…

Ya puesto en marcha empezaron las dificultades y las vicisitudes, no se por que no han considerado al ciclismo como un deporte extremo, aun ahora que ya se que regresé sano y salvo de mi paseo ciclista, a menos claro está que esté escribiendo este artículo a través de un médium (mas bien grandum) en cuyo caso solo me queda vaticinarles que me van a extrañar, creo que es mortal por necesidad y tengo la plena certeza de que todas las personas que lo practican regular o esporádicamente van a morir, tarde o temprano, por causas relacionadas o no a dicha actividad, pero de que van a colgar los tenis algún día los van a colgar.

No solo es cuestión de sortear coladeras abiertas, vehículos que superan al tuyo en un 1,000% en peso y velocidad, un sol inclemente y los cruces de iguanas, todo comienza desde un simple principio de proporcionalidad; sin tener una cinta métrica a mano ni la mas minima intención de tomarme o publicar mis medidas quiero proclamar la regla 278 en mi Codigo Personal “Es altamente desaconsejable posar cualquier parte de tu cuerpo en un soporte que no alcanza una dieciseisava parte del ancho de la porción anatómica en cuestión.”. Yo no se quien diseño los asientos de las bicicletas, pero reciba un sonoro recordatorio del diez de mayo y mi nominación personal a los premios Darwin, el suplicio de montar en ellos es atroz, y mas si se transita por empedrado… me niego a volver a usar el tan popular metodo de transporte llamado “bicicleta” mientras no sufra modificaciones sustanciales tales como incorporar el último modelo de reposet de La-Z-boy, aire acondicionado, pantalla plana de 42” con cablevisión, así como células de propulsión por fusión de Hidrógeno, mientras no haya tal puede Lace Armstrong competir tranquilo en el tour de Francia.. el ciclismo ha perdido a una de sus noveles promesas.

El infame recorrido entre la casa e Ixtapa me pareció tan largo como ir de Tlalpan a Ecatepec, y pese a que la primera parte es de franca “bajadita” y que en las mismas la bicicleta, lo cual en algunas ocasiones no incluía a su servidor, adoptaba velocidades vertiginosas, nunca pude alcanzar a Roberto. “… este infeliz ya adoptó las mañas de su celebre tocayo y candidato presidencial, El Moretón, y ha de haber tomado un taxi para llegar al restaurante y decir que corrió en tiempo record…” pensaba, el tiempo se encargaría de darme la razón.

Ya para cuando llegue a la parte de subiditas iba yo soltando el bofe en cada pedaleo, esto es especialmente terrible dado que uno debe de poner cara de que está disfrutando el paseo cada que se cruza con otro ciclista y especialmente si la deportista en cuestión es joven, güerita y bella, así que decidí que en cada pendiente igual o mayor a un tope me apería y en franca actitud vengativa y por el principio de reciprocidad diplomática me hecharía la bicicleta al hombro con tal de propinarle un golpeteo constante en sus partes mas sensibles. Breve parada para descansar… “¿estas bien?, ¿estás esperando a alguien?” me preguntó una señora que seguramente me aventajaba cincuenta años de vida y que se veía considerablemente mas lozana y fresca que yo, el primer impulso fue decirle que a mi aliento y juventud que habían quedado algunos cientos de años luz atrás, pero que estaba por perder toda esperanza de recuperarlos, pero ante la imposibilidad de articular palabra decidí solo asentír con la cabeza.

Decidí que ya era penitencia suficiente por los pecados cometidos y los que planeo cometer a futuro, así que al primer taxi que pasó le marque la parada, cual sería mi aspecto que la ambulancia que venía justo atrás también se detuvo.

Rápido retorno al fraccionamiento, solo para encontrarme con que Roberto tenía una hora de haber llegado, “guey solo a ti se te ocurre, yo tomé un taxi de regreso a los cinco minutos…” me dijo, fue necesario que me recordaran que es de pésima ecuación asesinar al anfitrión y que como servidor público la pena se duplica para que desistiera de mis criminales instintos…

La moraleja del día de hoy la puedo resumir muy breve, no volveré a subir a ningún vehículo que no tenga una propulsión propia ni a realizar ninguna actividad que conlleve la posibilidad de impactarme en una superficie.